Me
gusta el barrio, ropa lavada en las ventanas, gente yendo al trabajo,
coches utilitarios, mucha calle peatonal. La clase de sitio en que si
dejas a tu hijo en la calle, lo peor que puede pasar es que le partan
la cabeza de una pedrada. La calle del objetivo tiene un tramo
peatonal, lo que me viene bien, nadie podrá colocarme un coche en la
puerta y taparme la visión. Observo mientras camino. Los grupos de
mujeres y hombres esperando a que los recojan, una furgoneta de la
secta adventista, turismos y furgonetas de trabajo… Y un BMW
enorme. Ese se ha perdido. O me esta esperando. El conductor tiene
pinta de mosquita muerta y Rata pasa por su lado sin inmutarse.
Parece que no hay peligro.
Veo
a la rusa apenas entro a la calle. Es alta, pero está tan delgada y
tan encogida que parece pequeña. Noto su dolor a distancia. No
recuerdo a nadie que se sintiese tan solo. Esto no va bien. Necesito
terminar de romper la magia que la mantiene atada a su misión,
lograr que me señale al objetivo y convencerla de que se marche. Y
no tengo mucho tiempo, los secuestradores o la policía del jazz
estarán por aquí muy pronto. Si me monta una escena estoy listo. En
fin, ya se verá.
Me
acerco y le susurro “sdrazvuitie”. Quiero que confíe en mí, y
no hay mejor presentación que hablar el idioma del otro. La chica se
da la vuelta y me mira unos segundos, parece muy asustada. Intento
decir algo, tranquilizarla. Solo acierto a sonreír, de forma
bastante patética, creo. Maldigo mi estúpido mutismo. De pronto
ella me abraza y empieza a hablarme muy rápido, “Ponchik” repite
varias veces, y entiendo que se refiere a mí. ¿Rosquilla? ¿Por qué
me llama rosquilla? Es dulce… debe ser algo como el “honey” de
los ingleses. La consuelo como puedo, mezclando mi pésimo ruso con
español.
Cuando,
por fin, consigo que me suelte un poco, comprendo que estoy perdido.
La policía de jazz esta llegando. Cojo a la rusa de la mano. Hay que
largarse. Rata esta sobrexcitado, no se que puñeta le pasa. Parece
decirme algo de una diosa. Maldito idiota, no es el momento de andar
con juegos. Hay dos coches del enemigo entrando por la calle. Cuento
cinco agentes en los coches y me da la impresión de que, al menos
uno, es una unidad de combate. La furgoneta de los adventistas está
cerca, abierta y con el motor arrancado, quien iba a decir que esa
escoria serviría para algo.
Entonces
se abre la puerta del objetivo y sale una chica menuda, con aspecto
de mosquita muerta. El chillido de Rata dentro de mi cabeza casi me
tira al suelo. “La diosa, la diosa”, repite el muy idiota. La
rusa también se para y la mira. Entonces lo comprendo. Esa chica es
el objetivo. Y menudo objetivo, cuando logro atravesar todas las
capas de protección, me doy cuenta que esa chica es el ser mágico
mas poderoso que jamás he visto. Cuesta mirarla, sus protecciones
inconscientes hacen que quiera apartar la vista, ignorarla. Nunca me
había costado tanto mirar a alguien.
Bien,
nuevo plan. Dejo que se acerque a la furgoneta, la empujo dentro y
salgo como si me persiguiese un batallón de diablos. La chica esta
mas cerca de la furgoneta que yo, así que debo andar rápido, pero
sin que los de la policía del jazz se de cuenta. Intento trasmitir a
Rata mi plan. Espero que me entienda. Los adventistas empiezan a
meterse dentro de la furgoneta. Hoy no es mi día.
Rata
se mete por debajo de la furgoneta. Parece que lo ha entendido.
Entonces el conductor se monta en la furgoneta y cierra la puerta.
Maldita sea, estoy a solo cuatro pasos. Voy a tener que sacarlo a
empujones. La chica esta llegando. Tres pasos. Acelero. Dos pasos y
todo se va a la mierda, uno de la secta empuja a la chica dentro y
salta al interior. Un paso y cierran la puerta en mis narices. La
furgoneta sale chillando ruedas y quedo al descubierto. Los
secuestradores eran ellos.
Es
tarde para todo, tengo los dos coches encima y están frenando. Oigo
la moto cuando casi la tengo encima, un guardia civil se lanza hacia
mí. Es mi última oportunidad. Salto y me lanzo con las piernas por
delante hacia su cabeza. El motorista esta muerto antes de tocar el
suelo. Le he partido el cuello. No hay tiempo. Cojo la moto mientras
oigo puertas abriéndose. Acelero y salto un coche aparcado. Tengo
que atrapar esa furgoneta. Tengo que rescatar a Rata y a la chica.
La
rusa me llamo “Ponchik”, maldigo y maldigo. No puedo dejarla
atrás. Joder. Doy la vuelta a la manzana y entro en la calle
peatonal por el otro extremo. Dos de los policías están intentando
cogerla, la rusa se resiste. Lanzo la moto contra uno de ellos, y
salto para acabar con el otro. Oigo más coches y el ruido de un
helicóptero. Hoy es un buen día para morir.
Todo
se ha ido al cuerno. El rubio esta en la parte de atrás del BMW
intentado contener la hemorragia de la rusa. Debería estar muerto.
Tendría que haberlo matado. Pero no pude. Cuando abrazó a la rusa
me quede mirando como un idiota. Luego se lió todo. Los coches de la
agencia entrando en la calle. Los adventistas secuestrando a Irene.
El rubio escapando en moto. La gente de la agencia intentando detener
a la rusa. Y yo seguía allí intentando decidir que hacer.
Y
de pronto veo volver al rubio, saltó un coche con la moto,
sorprendiendo totalmente a los agentes. Se tiró de la moto en marcha
para degollar a uno de ellos y logró que la moto aplastara al otro.
Corría, con la rusa de la mano, hacia el coche de los agentes,
cuando del segundo coche salió mi controlador y una chica muy
extraña. Una máquina de matar. Supe que no llegarían al coche. Los
iban a acribillar.
Entonces
deje de pensar. Siempre fui bueno disparando. Lancé la primera
ráfaga contra mi controlador. Tres disparos, como en el manual. La
chica tumbó a mi objetivo salvándole la vida por fracciones de
segundo. La segunda y la tercera destrozaron una rueda y el radiador.
Después me volví un poco hacia el rubio y le grite que viniera
rápido. No se lo pensó. Entró en el asiento de atrás con una
rapidez pasmosa. Lance dos ráfagas mas para dejarlos agachados y
otra al coche vacío. “Si nos quieren seguir que busquen un taxi”
Pensé.
Ahora
huimos. No se como vamos a encontrar a Irene. No se que hacer con el
rubio. No se como escapar de mi gente. Joder, ni siquiera sé con qué
se hizo la herida la rusa, ni si saldrá de esta.
El
rubio, en cambio, parece que solo piense una cosa por vez, sigue
vendando a la rusa con los restos de una camisa que sacó de mi bolsa
de viaje. Y no ha dicho ni una palabra desde que entró en el coche.
No parece que le importe ni a donde vamos, ni que haremos después.
Me va a estallar la cabeza.
El
rubio termina con la chica y me dice “Hay que rescatar a la otra”.
Así, como si fuese tan fácil. El dolor taladra mi cabeza. Pierdo el
control del coche. Por suerte no hay nadie mas en la carretera y
logro pisar el freno. El rubio sujeta el volante. No se como ha
llegado al asiento del copiloto. “¡Se puede saber que haces!”
Chilla. Solo alcanzo a balbucear “Intentaba saber donde está” Y
añado, para que no resulte tan tonto “Puedo localizar a la gente
con la mente”. El rubio me mira pensativo “No vuelvas a hacerlo
mientras conduces” Me sonríe cómplice “Puse un localizador en
la furgoneta”.
Todavía
estoy temblando. “Pasa atrás y consuela a la chica” Dice “No
creo que te entienda, pero cuéntale algo siempre ayuda escuchar a
alguien a tu lado” “Hablo ruso” Le contesto mientras me bajo.
“Entonces cuéntale algo bonito”.
El
coche arranca y yo empiezo a hablarle a la rusa. De alguna forma,
parece que todavía voy al rescate. Dios, ¿Cómo me las arreglo para
ser tan patetico?.
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